Nuestra cabeza no está hecha para pensar en la nada y por eso pensamos en las religiones. Nuestro sentir no está hecho para la nada y sin embargo la rozamos. Esto no es una apología del ateísmo, claro está, sólo anunciamos que más allá de las creencias ultraterrenales que se tengan, es sumamente difícil despegarse de un ser querido por el resto, por lo menos, de esta vida. Y esa es una forma de toparse con la nada. Cuestión que nos convierte en caballos desbocados porque no la entendemos, porque la ausencia de esa persona es una presencia agobiadora. Aquí te presentamos imágenes de luto: lazos y rosas con frases de duelo y consuelo.
Imágenes de luto para compartir
No hay consuelo. Si, no lo hay y es complicado aceptarlo. Siempre por arte de magia, por vía de algún remedio existencial queremos apagar u olvidar el dolor. En este caso, con el deceso de alguien querido, no existe más que un largo y tortuoso proceso.
Extrañar es algo normal. Y una energía dispuesta en alguien que ya no está, un objeto de cariño y atenciones que desapareció. Es lógica una sensación amarga, punzante al máximo de vacío.
Para siempre, palabra fuerte, dura, parca y ponzoñosa al extremo. No podemos medir el para siempre de ningún modo ¿Es un rato? ¿Dentro de unos días ¿A lo sumo algunos años? No, lamentablemente. Hay que decir que lo que dure nuestra vida finita, abriendo las puertas más allá de la muerte como posibilidad para los creyentes.
Pero hay que aceptar. Eso no significa no dolerse, no llorar e incluso ni siquiera progresar. En rigor de verdad el duelo da cuenta de un devenir muy extraño: nos sentimos mejores con el tiempo, pero siempre sobre la base, el fundamento de la amargura. Las risas ya no serán iguales.
Quédate con los recuerdos de esa persona.
Su recuerdo siempre nos hará sonreír. Y más allá que siempre habrá un dejo de tristeza, hay que agarrarse de lo positivo.
¿Los dolores nos hace crecer? No lo sabemos; simplemente acaecen.
La ausencia se traduce en una amargura que se conecta con el pecho y la garganta.
La vida tiene esas cosas que poco entendemos, aunque debemos aceptar.
Aceptar y no resignarse. Porque lo primero da una acogida desde lo bueno, lo comprensible, lo que va de suyo; lo segundo es una acto de renegado, que incluso puede dar lugar a ofuscaciones.
Esa persona lloraba sin cesar la pérdida de un ser querido. Alguien le preguntó por qué lloraba, si no había remedio alguno. Él contestó que precisamente por eso lloraba.
Hay que aceptar que en la vida llegamos para volvernos a ir.
La muerte es un acto egoísta de terceros. Porque hablemos del occiso: obviamente consideramos que fue buena persona, ergo, está bajo las bonanzas de algún paraíso o si no hay nada, tampoco siente algo, ya que desapareció toda sensibilidad.
A veces es preferible pensar en la nada, antes que un infierno de fuegos sempiternos como castigo eterno.
El mundo duele y, en ese dolor la partida de seres queridos tiene su preponderancia. La única recomendación es atravesar el duelo, como se pueda. La contención y el amor de quienes nos rodean será vital.
Si eres creyente ten fe que Dios ideó absolutamente todo, que nada se le escape por más libre albedrío que exista. Da cobijo semejante pensamiento.
Tal vez si la muerte no fuera un tema tabú, si entendiéramos que ella no es lo opuesto a la vida sino su parte necesaria, estas cuestiones se harían pocos frecuentes. Dolores menos agudos.
El extrañar es un sentimiento genuino que se desborda en todos nuestros poros.
