Seguramente lo peor que le puede pasar a una persona es la pérdida de un ser querido. Más allá del credo que se juzgue correcto, el malestar que irrumpe es insoportable; algo se perdió para siempre. Las sonrisas y los chistes de la vida no van a ser los mismos. Condolerse, la misma palabra lo dice: sufrir con el otro, tener una empatía, aunque sea leve, con el individuo atormentado es muy correcto. Por eso, te mostramos aquí imágenes de luto con frases para dar condolencias en el duelo.
Imágenes con frases de luto
Somos seres, positividad pura. Eso lo explica todo: nos desquicia llevarnos bien con lo negativo, lo ausente, lo que ya no estará más.
El duelo es un proceso y la palabra ya dice mucho: hay altibajos, caminos tortuosos, resuellos y dolores profundos. De eso se trata, de restañar como se puedan heridas muy dolorosas.
Quien se fue no es un ausente absoluto. No nos enloquecería tanto su partida si fuera así. Hiere, es veneno ponzoñoso precisamente porque es una ausencia presente, una ausencia que llena todo, que se absolutiza y la vemos en cada rincón, escaparate de la vida.
Tal vez de eso se trate crecer: seguir en medio del dolor.
Amamos a algunos que parte, no entendemos el motivo de semejante acto. Pero ahí ya hallamos una respuesta: quizás los designios de Dios son imposible de develar o, en caso de ateos, encontrar una explicación sea un accionar humano, demasiado humano.
Porque eso es lo que molesta de la naturaleza en estas cuestiones: su perfecta indiferencia, su negación absoluta a nuestros deseos, el quiebre definitivo.
Mucho tiempo pensamos que en verdad el mundo, el universo, el cosmos en definitiva tenia un idioma o lenguaje a develar. Casi un enorme sujeto, un Dios panteista ¿Y si no es así?¿ Y si la indiferencia de la naturaleza indica que ideas como idioma, lenguaje, fin, sentido, causa o consecuencia son añadidos humanos? Soledad absoluta, querido hombre.
Imágenes de luto con frases para dar condolencias en el duelo
Condolerse es tratar de sentir, a través de la empatía, el dolor del otro, es vibrar como una misma cuerda, es padecer como un solo cuerpo. No es fácil, porque hay momentos luctuosos muy privativos, pero debemos hacer el esfuerzo por el prójimo. Sí, prójimo, si esa palabra tiene algún sentido positivo, en estos acaecimientos se debe vislumbrar.
Y respetar dolores, altibajos, idas y vueltas, manías y depresiones. Todo eso es parte del duelo.
¿Y qué hacemos con todo ese amor que poseíamos para el que partió? Hay algo trunco, una línea rota, una continuidad interrumpida ¡Cómo duele! Pero no nos queda más que esa frase manida que repetimos una y otra vez: así es la vida.
Ante muchos hechos nos queremos oponer, nos ofuscamos y los derribamos; pero no con ciertas situaciones límites. La muerte es como lo absoluto, lo inexpugnable, esa muralla imposible de derribar. Simplemente sucede, por múltiples causas y con distintos rostros, pero sucede. No hay vuelta atrás ni nada para hacer.
La aceptación, entonces, es una gran compañera.
¿Por qué tanto dolor? Claro, la respuesta es obvia: porque queremos a quien se fue. Pero, sin embargo, no está respondida. Tal vez no colabore a estos asuntos el hecho de vivir en una civilización que considera a la muerte como algo malo, lo opuesto a la vida, cuando, en rigor de verdad, vida y muerte son parte del mismo devenir.
Gran progreso para la humanidad: desde el momento que nacemos ya somos muy viejos para morir. Seres para la muerte, entonces.
Aceptar y quedarse con lo mejor de quien se fue. No el rostro padeciente nuestro o del occiso; sino la alegría de los mejores momentos.
No hay dos; todo es uno. Volvemos de donde venimos. Polvo fuimos y polvo volveremos a ser ¿Después? Religión, ateísmo o agnosticismo, lo que sea.
La muerte también es un aprendizaje: disfrutemos la vida que es corta, dejemos de lado rencillas tontas, gocemos a más no poder.