Toda imagen impactante guarda un simbolismo, un fundamento o trasfondo importante para el ser humano. Es decir, históricamente, el individuo no ha tratado eso, sea lo que sea, con parquedad, indiferencia o frialdad; sino con amor, apego, intriga, desvelo o cualquier actitud por el estilo. Las flores, en ese sentido, tienen su profundidad: hermosas, llenas de misterios de la vida, fértiles, acogedoras de deidades, siempre generan en el hombre y la mujer un lirismo sin igual, lo convierten en u filósofo o, por lo menos, llenan de alegría. Esa es la consigna de este posteo para ti, querido lector, por eso te presentamos imágenes de flores con frases y reflexiones de la vida.
Imágenes de flores con frases y reflexiones de la vida
Las flores nos pueden invitar a reflexionar, a pensar un poco más allá de lo común ¿Algún tópico en especial? En realidad, no hay límite: puede ser la amistad, el amor, la existencia, la muerte, los miedos, los celos, decepciones, lo que sea. Aquí te dejamos una enorme panoplia para que disfrutes en paralelo con la imagen. Sí, posiblemente cavilar para muchos ha pasado de moda, pero te decimos algo: nunca será así; al contrario, ya que equivale a una enorme ventaja.
El hombre necesita de bellos paisajes, porque justamente esos sitios o cosas lo conminan a reflexionar, a veces sobre cuestiones pesadas ¿Acaso no cavilamos que somos afortunados ante la belleza de las flores? ¿No nos creemos con suerte por admirar, por estar en el presente junto a ese deleite? Claro que sí, y eso nos enlaza con una clara e importante temática: razonar sobre la vida y no hacerla algo cotidiano.
¿En la vida hay esencias o todo se reduce a las apariencias? ¿La primera tiene más valor que la segunda? Históricamente se ha considerado así, a tal punto que casi toda la filosofía medieval y antigua ha sido un himno a la esencia, a lo eterno e inmutable; un poco con mirada abrumada porque lo que nos rodeaba, incluso nosotros en tanto humanos, no lo éramos.
¿Por qué las flores nos recuerdan al amor? Tal vez sea por su belleza, por su calidez, incluso por su candor. Es que de algo estamos seguro casi siempre a partir de la construcción mental que hacemos de ellas: nada malo puede venir de su ser, nunca.
Cada ser humano ocupa un sitio vital en su existencia y, aunque no lo crea, en la de otros. Es que a veces nos hace falta abrirnos más, darnos cuenta que el otro es justamente una otredad que merece más pruebas sobre lo que representamos para ella. Es así de simple, aunque por otro lado muy complejo.
La vida puede ser entendida como casualidad, fruto del azar, algo así como un dado que gira sin cesar y del cual no podemos vaticinar absolutamente nada. Sin emabargo, la otra mirada es igualmente válida: todo sería causalidad y si ignoramos esa compleja conexión no quiere decir que no exista; solo habla de nuestra limitación.
Pero por ahí no seamos inmediatamente esencias, sino existencias que lo preceden. Por lo tanto, elegimos en cada instante, nos elegimos y en ese devenir, justamente, nos volvemos esencias. Aunque no a modo de lo inmutable, sino de una forma distinta: de un sí que en algún momento, tal vez, diga que no. El ser humano es hermosamente trágico.
Lo mismo sucede con la identidad: si la tenemos la construimos a cada paso que damos ¿Por lo tanto podemos ser fieles a las raíces? ¿Vale la pena semejante figura? Claro que sí y mucho. Pero recuerda algo importante, querido lector: ser fiel a una raíz, a un modo de ser, equivale a elegir eso.
El amor emerge con las flores y pensamos: ¿somos felices? ¿Nos falta esa persona que le daría un cambio radical en la vida? En esos instantes contesta nuestro ser estoico: «es una locura fundamentar el amor en otro ser». Y de todos modos, replica nuestro ser mundano:»¡pero qué bien nos vendría ese ser! Así de complejas son las cosas; habrá que bascular entre dos posibilidades, entonces.
Suponemos bien si pensamos que el ser humano más feliz de la tierra será aquel que en cada instante de su existir quiera estar donde está. No solo es algo poderosos, sino importante sacarle a la vida hasta el último de sus zumos. Y así, en la noche del peregrinar, acostados mirando el cielo, podremos proferir esa hermosa frase:»hemos vivido».
Las palabras son majestuosas, variopintas y van de un lado para otro en nuestra vida. Sin embargo, cada una tiene distinto peso según las circunstancias. Digamos que se llenan de sentido con el solo hecho de vivirlas, encarnarlas. Sí, eso acaece también con el amor, otro vocablo más.
Agradece cada día. Primero porque es una jornada en donde estás vivo, al fin y al cabo; segundo porque siempre hay una nueva oportunidad para darle rienda suelta a tus sueños y convertirlos en realidad.
El hombre es diserativo por naturaleza. Algunos pensadores dirán que un estado estátido es ideal por lo que respecta a la tranquilidad y parsimonia. Sin embargo, queremos decirle que un hombre no es eso, ya que siempre proyecta, idealiza, se esperanza, anhela un porvenir, en lo posible mejor que el presente.
Los motivos de felicidad te los dará la vida, eso es absolutamente cierto. Sin embargo, no aguardes el momento ideal, la circunstancia perfecta. No, no sirve de nada realmente porque por lo general eso no se da; solo acaece cuando estás seguro de ello. Es así de simple todo e igualmente complejo.
Una teoría histórica: se dice que por simpatía una cosa que toca otra de buenas cualidades se mancha, es decir, se comunican sus virtudes o bondades. Entonces, por comparación, podemos anunciar que un hombre con flores se llena de todas las cualidades positivas de las últimas, incluso de un perfome sumamente encantador.
La tranquilidad de las flores, su impasibilidad, belleza, frescura; digamos que son todos rasgos que bien podria imitar el hombre ¿Que si nos volvimos locos por anhelar imitar otras clases de vida? Puede ser, pero importa poco lo mismo: de todos modos cualquier hecho, objeto o vida que sirva para convertirnos en mejores seres es bienvenido.
A veces la causalidad nos puede resultar oscura, de ahí que hablemos de azar o suerte. Sin embargo, en otras ocasiones es demasiado diáfana (otro cantar es negarlo) y por eso hacemos a un lado una lectura mínima: cosecharás lo que sembraste. Muy simple y a veces, aunque duela, excesivamente certero.
En lo pequeño estará siempre la grandeza ¿Por qué? Porque quien pondera lo minúsculo se puede regodear en la abundancia, porque no necesita de sucesos extraordinarios para desarrollar un mínimo de felicidad. Es bastante simple; la consigna sigue siendo hedonista: ni la riqueza, ni los honores o glorias excesivas hacen a la felicidad. De hecho, si son difíciles de conseguir hablan bien de lo tormentoso de quienes se sostienen a partir de estas supuestas bondades.