Los seres humanos son entes de valores, es decir, le atribuyen ciertos rasgos a la naturaleza y psicología de las personas y también a los objetos, por más que no tengan lo segundo. Sin embargo, cualquier clase de ética y moral corresponde al hombre y nada más que a él. A continuación te presentamos imágenes de valores humanos con mensajes para reflexionar.
El ser humano es en el modo de no serlo o, dicho de manera menos complicada, se va dando su persona cada rato, es abierto, sujeto a cambios. En ese sentido, los valores también ingresan en procesos de transformación, por más que queramos, como conductas ideales, que permanecieran en nosotros un buen tiempo. No podemos ser soberbios y considerarnos realidades totales; podemos mejorar, somos perfectibles.
¿Qué es un valor? ¿Es una entelequia? ¿Una realidad meramente ideal? Sí y no. Es ideal, porque naturalmente la crea un ser racional (o que intenta serlo) como el hombre; es material, porque vive traduciéndose en acciones sin cesar ¿Coraje? Actuar de esa manera ¿Amor, respeto, cariño, abnegación, solidaridad? La misma respuesta.
Por lo tanto, un valor es una entidad ideal/material que guía la conducta, los comportamientos hacia un cauce que es considerado correcto, por eso suele decirse que son axiológicos: por más simple que parezca, se habla de un bien y de un mal a grandes rasgos.
Lo importante es entender que la idea de valor plantea un universal, que puede parecer etnocéntrico a muchas personas ¿Pensar la solidaridad? Quizás muchas civilizaciones no lo hagan ni hicieron porque la practicaban. Sea como sea, el valor erige un sujeto ideal, un modelo a seguir, un arquetipo más o menos enaltecido al cual el hombre, a pie, el de carne y hueso, debe aspirar.
¿Se puede ser mejor? Claro que sí, ya que el ser humano siempre está en constante cambio. En todo caso la ética y la moral deben permitir que esa modificación de sí sea para bien, que el ser humano sea cada día más civilizado, solidario, abnegado, respetuoso, tolerante, etc.
¿Y por qué se eligen esos valores? Porque suponemos que son mejores. Ser tolerante es respetar la diferencia del otro, sea del tinte que sea; el amor es crear un vínculo afectivo con el prójimo que no es un mero objeto para mis intereses; la abnegación es un desprenderse de sí mismo ante también una otredad o el diálogo una manera de comulgar o discrepar, dentro, valga la redundancia, el respeto; la humildad es una sobriedad que consideramos pertinente, aceptable o modélica. En definitiva, los valores convierten en algo más elevado al hombre, lo hacen trascender en su relación con el mundo (su flora y fauna) y, sobre todas las cosas, con el resto de las personas.
El ser humano es un sujeto que crea valores, pero no nació con ellos. Freud decía que un niño era un perverso polimorfo y, sin ser tan extremistas como el padre del psicoanálisis, se puede indicar que los valores se construyen, son un paso a paso, con retrocesos y a veces buenos avances.
¿Algún día podremos llegar lo que aspiramos a ser? Hay que confiar en nuestra capacidad de ser mejores personas, porque si lo logramos el mundo será un lugar más apetecible para vivir. Detrás de toda ética hay una estética (una forma de moldearse a sí mismo el hombre), pero también un cometido, que a grandes rasgos suele ser una esperanza.
¿Y cómo incorporo tales valores? En verdad son construcciones lentas, que muchas veces nos pueden poner en grandes encrucijadas. Sirven mucho los buenos ejemplos, que no siempre deben ser buscados en una serie, un héroe, prócer o cualquier figura lejana. No, nuestros padres, un hermano, un amigo, pueden personificar valores muy esenciales
¿Y luego? Luego queda confiar en nuestra capacidad de ponerlo en práctica, asumiendo las terribles complejidades que muchas veces tal realidad implica. La ética puede ser formalista, hablar de abstracciones teóricas que divierten al ser humano; pero el terreno de la moral es la acción, el hacer en el fárrago de la vida con sus caminos intrincados, variedad de opciones, etc. Un ser humano íntegro sabe cómo actuar.
Sin embargo, puede existir una premisa a tomar en cuenta: la universalidad del valor dentro de la singularidad. Si nosotros tenemos la conciencia limpia no solo debemos refutar o fustigar una mala acción, sino que no debemos querer que se extienda por doquier. Kant, gran filósofo alemán, solía decir que debíamos pensar nuestros accionares como si se convirtieran en una máxima universal ¿Yo actúo mal y voy a querer que el resto haga lo mismo? No, naturalmente. Un ejemplo: vamos caminando por la calle y de repente, como deseo particular, nos urge tirar un papel porque nos molesta, sin importar que haya o no tacho. Ahora lo que sigue es el juego de la moralidad: como progreso el ser humano debería dejar de lado tal anhelo particular y pensar que si todos hicieran lo mismo el mundo sería un basurero, por lo tanto, la persona se debe elevar al mundo de la universalidad ante una mismidad que en este caso resulta mezquina.
Tampoco viene mal un trabajo de inspección en la persona, ya que muchas veces estamos hablando de adultos que saben, a grandes rasgos, qué es lo correcto y qué no lo es. Hay que darle esa cuota de moralidad de la vida para ser mejores personas no importando si al final del camino hay alguna recompensa ¿Existe el cielo de la moralidad? En todo caso, el mismo es aquí abajo, bien terreno y radica en superarse uno mismo en lo que consideramos humanidad.
Aunque no se crea, a veces si el camino positivo es difícil de hallar, se puede el ser humano basar en lo negativo como realidad a no querer, como horizonte para no continuar. En ese sentido, existen los disvalores como la maldad, el aprovechamiento, el egoísmo, la soberbia, la jactancia, la avaricia, la envidia, etc. En ese mundo, siguiendo tales comportamientos o reglas, claramente somos peores personas, seres para nada arquetípicos.
La moral es un proceso lento, porque cuesta a veces tomar la decisión compleja, en ocasiones debido a que ni siquiera sabemos qué es lo complejo. Pero debemos intentarlo, ya que el accionar, la conducta, determina la vida misma en sociedad ¡Y no venimos solos en este mundo, sino atiborrados, somos seres gregarios!
Respeto, bondad, desprendimiento, solidaridad, tolerancia, amor, lealtad y muchos más son, en definitiva, horizontes que guían la conducta humana, entendiendo que la tarea nunca se acaba. Esa es la gran cuestión de la moralidad: se acaba con el ser humano mismo. Solo muertos dejamos de ser morales, mientras tanto estamos sometidos a crítica, a ensayos, errores, intentos; una ética como estética ya que somos los escultores de nosotros mismos.
¿El final? No lo hay; solo ser mejores cada día.